Introducción:
López Obrador en Los Pinos (o en Palacio Nacional): ¿una utopía semiótica?. En principio, sí. Hablar de utopía semiótica, en el caso de las posibilidades de Andrés Manuel López Obrador por arribar a la Presidencia de la República en julio de 2006, es hablar de ‘mundos posibles’, es estudiar los procesos de sobre-significación y de semiosis política en torno a su propuesta electoral. Es establecer un ejercicio de lógica inferencial y abductiva para visualizar, en forma razonada y objetiva, partiendo de una hipótesis original, las probabilidades de AMLO para conquistar la Presidencia partiendo no solo de las cualidades o atributos del candidato de la Alianza “Por el bien de todos”, sino de la visión ideológica y simbólica del ciudadano común y corriente, que es más inteligente y receptivo de lo que creen los políticos pragmáticos, además del que será el que diga, ante las urnas, la última palabra.
La semiótica, según Charles S. Peirce, es la ‘ciencia de la semiosis’, que nos remite al universo de la interpretación que hacemos del mundo, de la realidad, de las apariencias, de las prácticas discursivas, de las puestas en escena, de las representaciones y de todo lo que connota significación. La semiosis también refleja la química o empatía que se da entre un emisor y un receptor En este contexto, podemos ubicar a López Obrador como un ‘objeto semiótico’ productor de sentido ideológico hacía un destinatario mediante ‘puestas en escena’ y prácticas discursivas disímiles, ‘objeto’ que esta abierto a toda clase de interpretaciones y lecturas, pero siempre partiendo del punto de vista del receptor o destinatario de los mensajes (el potencial elector, en sí, destacando al aún indeciso que es el que definirá el triunfo del futuro tlatoani).
Y de eso trata este libro: de decodificar e interpretar un ‘objeto semiótico’ llamado Andrés Manuel López Obrador, que navega en el espacio de la utopía; de analizar la coherencia y la congruencia de su discurso en relación con su trayectoria, su background, así como la factibilidad de sus propuestas y de sus compromisos, que ya conforman un maremágnum enunciativo. De manera simultánea, se intentará explorar, en un ámbito de comunicación política, los vasos comunicantes existentes entre el político tabasqueño y la ciudadanía en general y diferentes segmentos sociales en lo particular, además de pasar a revisión los grandes problemas nacionales que tendría que enfrentar, de llegar a Palacio Nacional, lugar que se convertirá en su hábitat dejando a Los Pinos como parte del legendario y hermoso bosque de Chapultepec al que tendrán acceso todos los paseantes. Y por supuesto, de eso también trata la semiótica, de predecir e inferir su destino político.
¿Cuáles son los signos, connotadores o ‘marcas semánticas’ que caracterizan a López Obrador? Por un lado, su visión de la realidad, a veces radicalizada, y la aplicación del sentido común, que muchos definen como ‘pragmatismo’, para intentar dar soluciones a complejas problemáticas sociales, tales como lo es el crucial asunto de la pobreza en la Ciudad de México donde instauró una asertiva política social que le brindó amplia popularidad (la antítesis que le hizo sombra: el ámbito de la seguridad pública). Por otro lado, su talento y profunda sensibilidad de animal político para persuadir, provocar fascinación y seducir a las masas, vía un discurso verosímil y hasta cierto punto estereotipado (Aristóteles hablaría del entimema) el que, sin embargo, ha sido aceptado, reconocido, legitimado y reproducido por grandes audiencias (proceso de recepción del discurso con base en las propuestas que hace Eliseo Verón en su libro La Semiosis Social), en sus afanes de hacerse del poder presidencial. Estas variables en juego han hecho detonar entre los destinatarios de los mensajes un alto sentido de credibilidad, que conforma el gran capital político acumulado hasta ahora por el tabasqueño, capital que, según sus visiones, la de su equipo y la de la mayoría de los encuestados, podrá llevarlo a la Presidencia de la República.
Combinando en forma magistral tanto el plano de las puestas en escena (espacio de la semiopragmática que parte del rol protagonista de un ‘sujeto de la enunciación’) como el de los lenguajes gestuales (ámbito de la proxémica) y las prácticas discursivas (espacio de la lingüística pragmática), AMLO ha logrado incidir, impactar y posicionarse en el imaginario social, simbólico y político de las grandes mayorías nacionales, destacando aquellas flageladas por la pobreza y por la falta de oportunidades para superar su triste realidad puesto que el desempleo es el drama número uno en México.
En forma espectacular, el tabasqueño irrumpe en la escena política para retroalimentar el factor’ esperanza’ (‘rayo de esperanza’), ante un pueblo escéptico y desencantado de la clase política dominante y de los regímenes regidos por el simulacro y los dobles lenguajes, como el de Fox y el de los tecnócratas priístas que lo antecedieron Más allá de ser tachado de populista, demagogo o mesiánico, López Obrador ha logrado la identificación, el ‘reflejo’, la empatía con millones de mexicanos hartos de corruptelas, ineficiencia y frivolidad exhibida por sus gobernantes, con especial énfasis los de los últimos treinta años. Ha logrado así el ideal de todo político: establecer semiosis política o respuesta positiva a sus mensajes por parte de sus destinatarios, lo que lo beneficia y que robustece sus posibilidades y aspiraciones para hacerse del poder presidencial. En este contexto, como lo explica Umberto Eco, existe el efecto contrario: el que el receptor genere una ‘lectura otra’ ante los mensajes recibidos, lo que se ha definido como ‘lectura aberrante’ o transgresora del discurso en sí, generando los efectos contrarios a los previstos por el emisor.
La lectura que hace la gente del ‘objeto semiótico López Obrador’ es muy sencilla: ven en él a un personaje bienintencionado, cobijado por el mito y la leyenda (se le concibe como a un Robin Hood posmoderno y como a un ‘héroe popular’ tras su triunfo, casi heroico, ante el juicio de desafuero). A un político confiable que habla el mismo lenguaje del pueblo incluyendo el abuso de frases coloquiales y de figuras retóricas, a un hombre sencillo que le inspira confianza y que simboliza, mesiánicamente, la ‘esperanza’, esa que, según el dicho popular, “es lo último que muere”. Ese es el gran feeling de AMLO, del que no goza Madrazo por su background negativo y por la leyenda negra que lo antecede, ni Calderón por ser poco conocido, además de mostrarse conservadurista y ortodoxo (insiste en actuar como continuador del foxismo), además de carecer de elementos míticos y simbólicos que sustenten su candidatura y su imagen.
Descargar el libro completo (Pero rápido porque ya no se encuentra fácil)
López Obrador en Los Pinos (o en Palacio Nacional): ¿una utopía semiótica?. En principio, sí. Hablar de utopía semiótica, en el caso de las posibilidades de Andrés Manuel López Obrador por arribar a la Presidencia de la República en julio de 2006, es hablar de ‘mundos posibles’, es estudiar los procesos de sobre-significación y de semiosis política en torno a su propuesta electoral. Es establecer un ejercicio de lógica inferencial y abductiva para visualizar, en forma razonada y objetiva, partiendo de una hipótesis original, las probabilidades de AMLO para conquistar la Presidencia partiendo no solo de las cualidades o atributos del candidato de la Alianza “Por el bien de todos”, sino de la visión ideológica y simbólica del ciudadano común y corriente, que es más inteligente y receptivo de lo que creen los políticos pragmáticos, además del que será el que diga, ante las urnas, la última palabra.
La semiótica, según Charles S. Peirce, es la ‘ciencia de la semiosis’, que nos remite al universo de la interpretación que hacemos del mundo, de la realidad, de las apariencias, de las prácticas discursivas, de las puestas en escena, de las representaciones y de todo lo que connota significación. La semiosis también refleja la química o empatía que se da entre un emisor y un receptor En este contexto, podemos ubicar a López Obrador como un ‘objeto semiótico’ productor de sentido ideológico hacía un destinatario mediante ‘puestas en escena’ y prácticas discursivas disímiles, ‘objeto’ que esta abierto a toda clase de interpretaciones y lecturas, pero siempre partiendo del punto de vista del receptor o destinatario de los mensajes (el potencial elector, en sí, destacando al aún indeciso que es el que definirá el triunfo del futuro tlatoani).
Y de eso trata este libro: de decodificar e interpretar un ‘objeto semiótico’ llamado Andrés Manuel López Obrador, que navega en el espacio de la utopía; de analizar la coherencia y la congruencia de su discurso en relación con su trayectoria, su background, así como la factibilidad de sus propuestas y de sus compromisos, que ya conforman un maremágnum enunciativo. De manera simultánea, se intentará explorar, en un ámbito de comunicación política, los vasos comunicantes existentes entre el político tabasqueño y la ciudadanía en general y diferentes segmentos sociales en lo particular, además de pasar a revisión los grandes problemas nacionales que tendría que enfrentar, de llegar a Palacio Nacional, lugar que se convertirá en su hábitat dejando a Los Pinos como parte del legendario y hermoso bosque de Chapultepec al que tendrán acceso todos los paseantes. Y por supuesto, de eso también trata la semiótica, de predecir e inferir su destino político.
¿Cuáles son los signos, connotadores o ‘marcas semánticas’ que caracterizan a López Obrador? Por un lado, su visión de la realidad, a veces radicalizada, y la aplicación del sentido común, que muchos definen como ‘pragmatismo’, para intentar dar soluciones a complejas problemáticas sociales, tales como lo es el crucial asunto de la pobreza en la Ciudad de México donde instauró una asertiva política social que le brindó amplia popularidad (la antítesis que le hizo sombra: el ámbito de la seguridad pública). Por otro lado, su talento y profunda sensibilidad de animal político para persuadir, provocar fascinación y seducir a las masas, vía un discurso verosímil y hasta cierto punto estereotipado (Aristóteles hablaría del entimema) el que, sin embargo, ha sido aceptado, reconocido, legitimado y reproducido por grandes audiencias (proceso de recepción del discurso con base en las propuestas que hace Eliseo Verón en su libro La Semiosis Social), en sus afanes de hacerse del poder presidencial. Estas variables en juego han hecho detonar entre los destinatarios de los mensajes un alto sentido de credibilidad, que conforma el gran capital político acumulado hasta ahora por el tabasqueño, capital que, según sus visiones, la de su equipo y la de la mayoría de los encuestados, podrá llevarlo a la Presidencia de la República.
Combinando en forma magistral tanto el plano de las puestas en escena (espacio de la semiopragmática que parte del rol protagonista de un ‘sujeto de la enunciación’) como el de los lenguajes gestuales (ámbito de la proxémica) y las prácticas discursivas (espacio de la lingüística pragmática), AMLO ha logrado incidir, impactar y posicionarse en el imaginario social, simbólico y político de las grandes mayorías nacionales, destacando aquellas flageladas por la pobreza y por la falta de oportunidades para superar su triste realidad puesto que el desempleo es el drama número uno en México.
En forma espectacular, el tabasqueño irrumpe en la escena política para retroalimentar el factor’ esperanza’ (‘rayo de esperanza’), ante un pueblo escéptico y desencantado de la clase política dominante y de los regímenes regidos por el simulacro y los dobles lenguajes, como el de Fox y el de los tecnócratas priístas que lo antecedieron Más allá de ser tachado de populista, demagogo o mesiánico, López Obrador ha logrado la identificación, el ‘reflejo’, la empatía con millones de mexicanos hartos de corruptelas, ineficiencia y frivolidad exhibida por sus gobernantes, con especial énfasis los de los últimos treinta años. Ha logrado así el ideal de todo político: establecer semiosis política o respuesta positiva a sus mensajes por parte de sus destinatarios, lo que lo beneficia y que robustece sus posibilidades y aspiraciones para hacerse del poder presidencial. En este contexto, como lo explica Umberto Eco, existe el efecto contrario: el que el receptor genere una ‘lectura otra’ ante los mensajes recibidos, lo que se ha definido como ‘lectura aberrante’ o transgresora del discurso en sí, generando los efectos contrarios a los previstos por el emisor.
La lectura que hace la gente del ‘objeto semiótico López Obrador’ es muy sencilla: ven en él a un personaje bienintencionado, cobijado por el mito y la leyenda (se le concibe como a un Robin Hood posmoderno y como a un ‘héroe popular’ tras su triunfo, casi heroico, ante el juicio de desafuero). A un político confiable que habla el mismo lenguaje del pueblo incluyendo el abuso de frases coloquiales y de figuras retóricas, a un hombre sencillo que le inspira confianza y que simboliza, mesiánicamente, la ‘esperanza’, esa que, según el dicho popular, “es lo último que muere”. Ese es el gran feeling de AMLO, del que no goza Madrazo por su background negativo y por la leyenda negra que lo antecede, ni Calderón por ser poco conocido, además de mostrarse conservadurista y ortodoxo (insiste en actuar como continuador del foxismo), además de carecer de elementos míticos y simbólicos que sustenten su candidatura y su imagen.
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