La reacción en la gran mayoría de las diócesis católicas cuando se acusa o se comprueba que uno de los sacerdotes cometió un abuso sexual contra menores de edad es cambiarlo, sacarlo de ahí y esconder las cosas.
Así ha sido por décadas. En particular en Estados Unidos, el país que ha concentrado en los últimos 10 años el mayor número de los 3 mil expedientes registrados de estos delitos, según ha reconocido hace unos días el propio Vaticano.
La cercanía de México con Estados Unidos, en este caso, también nos ha lastimado. Decenas y decenas de sacerdotes a los que se ha demando legalmente han hallado la salida fácil: huir a México, donde la jerarquía eclesiástica les ha dado cobijo y les ha permitido seguir ejerciendo.
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